La diabetes mellitus se considera un equivalente de alto riesgo de enfermedad coronaria del corazón, produciendo infarto del miocardio o síndrome coronario agudo previo; accidente cerebrovascular con parálisis de una o más extremidades o ataque de isquemia cerebral transitoria por falta de irrigación sanguínea, enfermedad arterial periférica con claudicación intermitente de los miembros inferiores.
La razón es que el proceso de endurecimiento de las arterias del organismo es favorecido o producido por la ateroesclerosis, principal factor que lo causa y que es a su vez secundaria principalmente a alteraciones en el metabolismo del colesterol, grasa circulante en la sangre e indispensable para la vida cuando está en cantidades normales.
El hecho de padecer diabetes mellitus obliga a curarla como prevención secundaria, es decir aceptando a priori el riesgo que conlleva para todas las arterias del cuerpo (NCEP/ATPIII).
Para evitar la situación anterior se ha establecido que la concentración ideal de Colesterol LDL, siglas en idioma inglés que expresan que está unido a Lipoproteínas de Baja Densidad, debe ser igual o inferior a 70 miligramos por decilitro en diabéticos y 100 miligramos en no diabéticos.
Además actualmente se ha definido que el otro tipo de colesterol, el unido a Lipoproteínas de Alta Densidad, conocido como HDL y buscando siempre la misma meta de prevención, es también muy importante que esté en cifras iguales o superiores a 45 mg/dl en las mujeres y 50 mg/dl o más en los hombres.
Se fortalece entonces la necesidad de una vigilancia estricta de la concentración o cantidad de estas sustancias y dado el caso, establecer el tratamiento específico con medicamentos que actúan disminuyendo el colesterol total y el colesterol LDL y aumentando el HDL, como son las estatinas, de largo tiempo de uso y el cordaptive de reciente adquisición terapéutica, todo a criterio del médico tratante.
Más aún, ha entrado en apogeo la medición de la apoliproteina B, pues los estudios científicos han demostrado que por ser esta sustancia un componente de todas la lipoproteínas aterogénicas y no sólo de la LDL, su medición amplía la predicción de enfermedad coronaria y vascular en general. La elevación de los triglicéridos juega también un papel muy importante.
Las anteriores consideraciones hacen resaltar el hecho de que la enfermedad vascular, independientemente de su causa, debe prevenirse antes de que comience a manifestarse, señalando el hecho probado que es la principal causa de mortalidad en los pacientes diabéticos y también una de las más importantes en la población no diabética.
Evitar la obesidad o tratarla con éxito hasta alcanzar un peso normal, consumir alimentos sanos sin grasas saturadas, estipulados en el Plan de Alimentación de cada persona y hacer ejercicio moderado o intenso según la condición cardíaca y pulmonar de cada quien, así como mantener un control médico regular y satisfactorio, aún sin diabetes sintomática, cuando están presentes los factores de riesgo enumerados, es lo más indicado e inteligente.
Son tantos y diversos, que en la Medicina actual se les ha agrupado en el llamado Síndrome Metabólico, conocido también como Síndrome de Resistencia a la Insulina o Síndrome X, que en conjunto es un riesgo importante para desarrollar la enfermedad cardiovascular y la diabetes tipo 2 y característicamente presenta resistencia a la insulina, hipertensión arterial, alteraciones de los lípidos, obesidad central abdominal y disfunción endotelial, hecho importante en la producción de la enfermedad vascular.
Además se ha comprobado científicamente que el sobrepeso, la vida sedentaria, la edad avanzada y la lipodistrofia son factores de riesgo para la formación del Síndrome Metabólico. No hay síntomas ni signos específicos de esta condición, pero sus principales manifestaciones son la obesidad central, el aumento de los triglicéridos, el colesterol HDL o protector bajo, el aumento del azúcar sanguíneo y la hipertensión arterial, las cuales dan lugar a la enfermedad cardiovascular mencionada y antes o después a la diabetes tipo 2 sintomática y frecuentemente se acompaña de acumulo de origen no alcohólico de grasa en el hígado, (hígado graso), conocido como Esteatosis Hepática que casi siempre acompaña a la obesidad abdominal, es palpable o se determina por estudio con ultrasonido.
Generalmente no altera la función hepática y sólo en casos excepcionales produce cirrosis. Además pueden presentarse hiperuricemia o aumento del ácido úrico circulante; síndrome de ovarios poliquísticos que se manifiesta por alteraciones del ciclo menstrual y hasta esterilidad y la apnea obstructiva del sueño que es la detención nocturna transitoria de la respiración por el exceso de grasa abdominal.
Todo en conjunto forma una gran constelación donde tres o más de los siguientes hechos hacen el diagnóstico de Síndrome Metabólico:
1) Obesidad Central con perímetro abdominal mayor de 102 centímetros en el hombre y 88 centímetros en la mujer.
2) Elevación de los triglicéridos, igual o mayor de 150 miligramos por mililitro o estar tomando un medicamento específico.
3) Colesterol HDL bajo, o con medicamento específico.
4) Hipertensión Arterial igual o mayor de 130 mm Hg la tensión sistólica o 85 mm Hg la diastólica y
5), finalmente glucosa plasmática en ayunas igual o mayor de 100 miligramos por decilitro. El paso a la enfermedad diabética manifiesta hace considerarla como la complicación mayor.
Como es fácil deducir, el tratamiento de todas las situaciones analizadas debe ser integral, permanente y dirigido a prevenir las situaciones señaladas para evitar las serias manifestaciones crónicas descritas.
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